Ni los 60, ni los 65, ni siquiera los 70: este es el momento adecuado para que los mayores dejen de conducir, según expertos en seguridad vial

Hay días en los que uno se sube al coche casi sin pensarlo, como quien se calza las zapatillas para ir a por el pan. Pero, tarde o temprano, llega la duda incómoda: ¿sigo siendo un conductor seguro o me estoy jugando el tipo (y el de los demás) por amor propio? Cada familia tiene su anécdota de frenazo a destiempo, de espejo retrovisor mal ajustado o de esa rotonda que parece más diabólica que un cubo de Rubik. De ahí que la pregunta sobre la edad de “jubilar” las llaves del coche no sea solo un debate legal; es un pulso entre autonomía y prudencia.

La ley española no pone un número mágico, y, sin embargo, la realidad, con sus achaques y reconocimientos médicos, acaba imponiendo su calendario. Acompáñame: vamos a desgranar la letra pequeña, y la grande, de esta decisión que nadie quiere tomar, pero todos acabamos afrontando.

¿Existe una edad tope para conducir en España?

La norma es cristalina: en España no hay una edad máxima para seguir conduciendo. Todo depende de superar, cuando toque, el reconocimiento psicofísico que exige la Dirección General de Tráfico (DGT). A partir de los 65 años, la renovación del permiso tipo B pasa de cada diez a cada cinco años, y el reglamento (Real Decreto 818/2009, de 8 de mayo) no menciona ninguna “fecha de caducidad” obligatoria.

En la práctica, la edad media en la que los conductores mayores cuelgan las llaves ronda los 75 años. Más que un “porque lo dice la ley”, suele ser un “porque lo dice el cuerpo… o la familia”. El 45 % de quienes abandonan el volante lo hacen empujados por problemas de salud o por la presión de sus allegados, especialmente cuando aparece deterioro cognitivo.

Señales de que ha llegado la hora de dejar el volante

No siempre hace falta un diagnóstico de hierro para intuir que algo falla. Antes de la retirada definitiva, el cuerpo, y el coche, van dando pistas:

  • Problemas de orientación en rutas conocidas.
  • Dudas para interpretar señales sencillas o calcular distancias al adelantar.
  • Frenazos o acelerones bruscos que antes no pasaban.
  • Avisos del médico sobre visión, reflejos o medicación que afecta a la conducción.
  • Comentarios insistentes de familiares o amigos que ya no se sienten seguros como pasajeros.

Si varias de estas luces rojas parpadean, toca plantearse con calma ese “hasta aquí hemos llegado”. Según el estudio de Fundación Mapfre y el Hospital de la Santa Creu i Sant Pau, cuanto más se alarga la decisión, peor se vive la pérdida de independencia después.

Los expertos subrayan que los fallos de memoria o de atención suelen llegar de puntillas. En fases iniciales, ni el propio conductor nota los despistes, pero los reflejos se acortan y el tiempo de reacción se alarga justo cuando más falta hace.

Para complicarlo todo, las pruebas de renovación estándar no siempre detectan esos cambios tempranos. De ahí que neurología y tráfico pidan test más finos y revisiones algo más frecuentes si hay sospecha de deterioro. Mejor pasarse de precavidos que lamentarlo después.

Cómo afrontar la conversación con un padre (o madre) que no quiere soltar las llaves

Nadie disfruta diciendo a un progenitor que debe dejar de conducir. El truco está en sumar apoyo, no imponer. Empieza por proponer trayectos compartidos: así evalúas su forma de conducir y él se siente acompañado. Si ves problemas, enséñale alternativas de movilidad (autobús gratuito para mayores, taxi a precio reducido o coche compartido con vecinos) antes de plantear la retirada total.

Cuando la seguridad esté claramente comprometida, apóyate en el informe médico: es más fácil aceptar la realidad si la dicta un profesional neutral. Y si el choque emocional es fuerte, conviene reforzar la vida social con planes alcanzables sin coche; la independencia no se mide solo en kilómetros al volante.

Renovar el permiso después de los 65: papeleo, tasas y alguna que otra sorpresa

A efectos de burocracia, conducir con canas sale algo más barato… o no. Hasta los 70 años, la tasa general que cobra la DGT es de 24,58 euros por renovar el permiso B. Si el médico decide acortar la vigencia (pongamos tres años) la tarifa baja a 19,67 euros; dos años cuestan 9,83 euros y un año, 4,92 euros. ¿La buena noticia? Cumplidos los 70, la tasa oficial desaparece: es gratis. ¿La mala? El reconocimiento médico (30 € – 60 € de media) sigue saliendo de tu bolsillo, sin descuentos por veteranía.

El trámite, por lo demás, no cambia: cita previa, foto reciente (no vale la de la playa del 97), DNI en vigor y el informe favorable del centro de reconocimiento. En veinte minutos (y algún chascarrillo del examinador sobre qué tal vez el semáforo) te marchas con un provisional válido durante tres meses, hasta que Correos deja el definitivo en casa.

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