Ignacio Mira no empezó el instituto como muchos de nosotros, con carpetas forradas y aires de libertad, sino con una habitación de hospital por pupitre y un reguero de tornillos de titanio por compañeros. Quizá te suene aquello de que las primeras veces marcan; la suya fue un quirófano sin mesa infantil que cupiera su altura. ¿Quién dijo que crecer “como un chicle” era solo cosa de adolescentes estirándose sobre la cama? A él la genética le tomó la palabra. Por eso, cuando lees que acaba de graduarse en Derecho con 15 matrículas de honor, te preguntas cómo encajó las clases entre 14 operaciones y cuatro cursos ausentes del aula. Aquí va la respuesta (y algunas pistas útiles) contada sin bata blanca, pero con la ley en la mano.
¿Qué enfermedad apartó a Ignacio del aula durante cuatro años?
La mutación genética que le detectaron con seis años impedía que sus huesos se regenerasen correctamente (de ahí esa elasticidad “de goma” que él mismo describe). Entre quirófano va, quirófano viene, el joven malagueño midió 1,85 m con solo 14 años y, para remate, estrenó la adolescencia sobre muletas. Por si el menú fuese poco, a los ajustes médicos se sumó la burocracia escolar: parte médico, informe para la Junta de Andalucía y pupitres adaptados que, spoiler, tardaron años en estrenar.
Como toda epopeya quirúrgica tiene fechas de referencia, aquí resumimos las principales intervenciones que marcaron su calendario:
Fecha | Operación | Curiosidad |
---|---|---|
2 feb 2011 | Primera cirugía | “Circo” de mesa de adultos en quirófano infantil |
2013 (abril) | Sustitución de placas | Un tornillo decidió partirse porque sí |
2016 (nov.) | Ajuste de fijadores externos | Más titanio que en un puente moderno |
18 ago 2018 | Alta definitiva | El médico le dijo: “¡A vivir la calle!” |
Así, aquellas “dos semanas de reposo” prometidas se convirtieron en cuatro años sin pisar el instituto. Eso sí, Ignacio aprendió pronto que la distancia no es excusa para no estudiar: el hospital disponía de un aula específica y profes que, según él, “se dejaron la piel” para que nadie se quedase atrás.
¿Cómo logró reengancharse a bachillerato y sacar Derecho con sobresaliente?
Salir del hospital fue solo el primer paso. El 1 de septiembre de 2018, apenas 14 días después del alta, formalizó la matrícula de bachillerato en Málaga. No había tiempo para dramas: llevaba desde 2014 sin leer un libro de texto y tocaba actualizarse a contrarreloj. Por suerte, las barras metálicas en las tibias le dieron la mejor metáfora de resistencia: si la aleación aguanta, la voluntad también.
En la Universidad de Granada encontró su sitio. Allí, profesores apasionados le descubrieron el lado amable (y hasta romántico) de los códigos legales. Uno brilló con luz propia: Francisco Pertínez, mentor que le enseñó a “leer la ley con cariño” y a convertir la instrucción de un caso en casi un arte. Resultado: 15 matrículas de honor, una más que el número de veces que pasó por el quirófano. Nada mal para quien cambió el fonendo de juguete que usaba con cuatro años por una toga bien planchada.
Pasos prácticos si tu hijo necesita estudiar desde el hospital
Quizá estés viviendo algo parecido y te preguntes cómo no perder el curso entre batas verdes. Antes de entrar en pánico, ten a mano este protocolo exprés (toma nota: solo una lista prometida y cumplimos):
- Solicita un informe médico detallado. Será tu llave ante el centro educativo y la administración.
- Habla con el jefe de estudios. Acuerda un plan de adaptación curricular y evalúa exámenes online o a domicilio.
- Contacta con el aula hospitalaria. Pregunta horarios, recursos y quién coordina las materias.
- Establece un horario fijo. Aunque la cama sea el pupitre, la rutina evita el desfase académico.
- Apoya la motivación. Reconoce cada pequeño avance: un tema leído, un ejercicio entregado… suma más de lo que crees.
Con estas medidas, además de mantener al día las asignaturas, tu hijo sentirá que el hospital no es un limbo académico.
¿Qué planes pinta Ignacio en su futuro más inmediato?
Terminada la licenciatura, Ignacio ya afila pinceles para su próxima obra: el doctorado y la docencia, tonos verdes en su particular paleta. Tampoco descarta opositar (color azul, confiesa) y sueña con el Derecho Deportivo Sancionador, donde podría juntar su pasión por correr por el paseo marítimo de Málaga y su vena jurídica.
Entre tanto, se le ve los fines de semana arbitrando partidos y degustando tapas en Granada, recordándonos que, después de tanta sala de operaciones, lo cotidiano sabe a gloria.