¿Te suena eso de llegar a un sitio y sentir que has abierto una ventana al pasado? Quien pisa Roblelacasa, pedanía de Campillo de Ranas (Guadalajara), suele tener justo esa sensación. Entre muros oscuros de pizarra, silencio rural y un aroma a leña que no se va ni en pleno agosto, todo invita a bajar revoluciones.
Pero el “pueblo negro” no vive solo de nostalgia: a menos de una hora de marcha aguardan las cascadas del Aljibe, un par de saltos de agua que demuestran que la belleza no siempre viene con grandes cifras. Lo bueno, además, es que el plan sigue siendo gratuito (salvo el sudor de tu frente) y apenas requiere algo de crema solar, una cantimplora y ganas de caminar.
¿Dónde queda Roblelacasa y por qué se le llama “pueblo negro”?
Roblelacasa se esconde en la cara sur de la sierra de Ayllón, a 1.150 m sobre el nivel del mar y a 130 km de Madrid capital, perfecta distancia para una escapada de día. Sus casas, alineadas sin mucho orden ni concierto, repiten la receta típica de los pueblos negros: lajas de pizarra extraídas de canteras cercanas, juntas de barro y el ocasional refuerzo de madera en puertas y ventanas. El resultado es un cromatismo oscuro que contrasta con el verde brillante de los valles, sobre todo entre abril y junio, cuando la primavera castellana estalla sin complejos.
Aunque muchas viviendas quedaron vacías durante la gran diáspora rural de los 60 y los 70, unas cuantas resisten gracias al turismo de fin de semana. Aquí no hay supermercados ni cajeros automáticos (planifica antes), pero sí un puñado de alojamientos rurales y un bar donde la charla se alarga más de la cuenta. Esa sencillez es, precisamente, su gancho: nada de neones ni Wi-Fi ultrarrápido, solo piedra, cielo limpio y un silencio que casi duele.
¿Cómo son las cascadas del Aljibe y cuándo verlas en todo su esplendor?
El reclamo estrella de la zona son los denominados “Pozos de Matallana”, dos saltos de agua que, juntos, suman entre 10 y 12 m. La primera cascada ronda los 4 m y la segunda alcanza los 8 m cuando el caudal se anima. No son cifras para récord Guinness, cierto, pero su disposición escalonada crea dos pozas de un azul helador que invitan a remojarse cuando el termómetro roza los 35 °C en pleno julio.
A continuación tienes los datos esenciales de un vistazo:
Cascada | Altura aproximada | Profundidad de la poza | Mejor momento para visitarla |
---|---|---|---|
Primera | 3 – 4 m | 1,5 – 2 m | 1 de abril – 15 de mayo |
Segunda | 7 – 8 m | 2 – 3 m | 16 de mayo – 30 de junio |
Como ves, la ventana ideal va del 1 de abril al 30 de junio: hay agua de sobra, el paisaje luce en 4K natural y todavía no aprieta el calor manchego. Además, en esa época el rugido del agua se oye antes de que la cascada asome; un pequeño lujo sonoro que desaparece en pleno estío. Si vas en verano, lleva calzado antideslizante y algo de paciencia: el sitio es popular y la poza no crece por arte de magia.
Guía para una escapada perfecta
El sendero oficial arranca en la plaza de Roblelacasa y sigue el Camino de Matallana: 3 km de ida, 3 km de vuelta, unos 370 m de desnivel acumulado y 2 h 30 min en total para la mayoría de andarines. El firme alterna tramos de robledal con zonas abiertas cubiertas de jaras; por eso conviene llevar gorra y protección solar entre mayo y septiembre. Al cruzar el arroyo del Soto descubrirás un pequeño puente de piedra: el punto perfecto para la foto panorámica y para decidir si bajas a la primera poza o continúas hasta la segunda.
¿Prefieres un reto algo mayor? Desde El Espinar (otra pedanía vecina) parte una ruta circular de 9,8 km que bordea los 1.300 m de altitud y añade vistas generosas de la sierra de Ayllón. Cuenta con 3 h 30 min, calzado con buena suela y precaución en un par de descensos donde la roca pulida pasa factura.
De vuelta a Roblelacasa, aprovecha para enlazar con otros pueblos negros: Campillejo, Robleluengo o Valverde de los Arroyos lucen la misma pátina mineral y regalan fotos que parecen sacadas de un cuento. La carretera GU-186 los conecta en un bucle de 28 km que, con calma, se recorre en 40 min.