A estas alturas, quien más y quien menos se ha cruzado con un coche patrulla verde y blanco mientras pensaba: “¡Ojalá no me hayan cazado !”. Ese momento de tensión resume bien el cambio que los propios agentes reconocen: han pasado de ayudar al conductor despistado a convertirse, casi exclusivamente, en emisores de sanciones. Ahora, para colmo, la Dirección General de Tráfico (DGT) les ha añadido otro “regalito”: cuidar los radares fijos que salpican nuestras carreteras.
Entre multas que llegan por correo y cacharros electrónicos que hay que mimar como si fueran plantas de interior, la Agrupación de Tráfico se siente cada vez menos atractiva para los nuevos guardias civiles. Y el malestar crece porque, según ellos, la prevención de accidentes queda en segundo plano. En resumen: más papeleo, menos presencia preventiva y una misión extra que nadie pidió.
¿Por qué los agentes se ven ahora como “repartidores de multas”?
Durante años, los guardias civiles de Tráfico recuerdan que su función principal era detener la infracción en el acto y, de paso, explicar al conductor por qué su maniobra era peligrosa. Sin embargo, la práctica ha virado a algo mucho más automático: registrar la matrícula o disparar una foto y dejar que la sanción llegue luego al buzón. De ahí la queja: sin el cara a cara, dicen, se pierde la oportunidad de corregir conductas antes de que se repitan.
Además, esta manera de actuar contribuye a la imagen de “máquina recaudatoria” que tanto molesta a los propios uniformados. Cada aviso postal es un recordatorio de que la interacción humana ha sido sustituida por un proceso administrativo frío y, por qué no decirlo, bastante impopular.
La nueva misión: ser “niñeras” de los radares fijos
Como si no tuvieran bastante con sancionar, la DGT ha encomendado a los agentes la revisión periódica de los radares fijos. En la práctica, esto significa desplazarse hasta el dispositivo, comprobar que todo funciona y apuntarlo en la tablet reglamentaria. El encargo nace porque el vandalismo se ha disparado: hay quien corta mástiles o, directamente, coloca explosivos caseros para borrar de un plumazo el indeseado detector de velocidad.
Antes de seguir, veamos de forma muy clara qué implica para un agente esta tarea extra:
- Localizar el radar asignado y asegurarse de que no presenta daños externos.
- Revisar la cámara interna, verificando que el objetivo y los sensores están limpios y operativos.
- Anotar el estado en la aplicación oficial de la DGT, usando la tablet corporativa.
- Reportar inmediatamente cualquier signo de sabotaje para que se envíe un equipo técnico.
En teoría, este protocolo garantiza que el equipo siga registrando infracciones con normalidad, aunque los propios guardias aclaran que dedicar tiempo a la “niñera electrónica” resta presencia en tareas de prevención.
¿Qué está pasando con los radares vandalizados?
Basta con asomarse a las redes sociales para ver vídeos de mástiles serrados o cajas chamuscadas. El hartazgo de algunos conductores, similar al que ya se vive en Italia o Francia, deriva en ataques anónimos contra los dispositivos. La respuesta oficial no se ha hecho esperar: hace más de un año, la DGT licitó cajas blindadas fabricadas en acero, climatizadas y con conexión wifi para proteger estos sistemas. Un auténtico “búnker” en miniatura que, al menos sobre el papel, debería resistir martillos, sierras y piedras.
No obstante, la sensación en la carretera es que la guerra continua entre radar y conductor no amaina. Cada atentado contra un cinemómetro implica sustituir o reparar la unidad, y eso también tiene un coste económico que nadie en la Agrupación de Tráfico ve con buenos ojos: más trabajo técnico, más papeles y menos patrullaje preventivo.
Cómo actuar si te llega la multa por sorpresa
Puede que un día abras el buzón y encuentres la desagradable carta con la foto de tu matrícula. Antes de tirar la toalla, revisa con calma la notificación: comprueba la fecha, la hora y el lugar donde supuestamente cometiste la infracción. Si algo no cuadra, recuerda que la información del radar debería incluir la fotografía que justifica la sanción, precisamente la misma imagen que el agente vio en su tablet al validar el dispositivo.
Por otro lado, guarda todos los documentos que acompañan la carta y, si decides recurrir, ten presente que el plazo empieza a contar desde la fecha de recepción. Así evitarás sorpresas mayores y, de paso, ejercerás tu derecho a defensa sin verte atrapado en más laberintos burocráticos de los necesarios.