¿Has sentido ese sofoco que te hace pegarte al sofá como si fuera velcro? Seguro que sí. Con el verano recién estrenado y la primera ola de calor del año golpeando con picos de más de 40 °C, el aire acondicionado vuelve a ser el rey del salón. Pero el monarca tiene un coste: cada hora de fresquito puede rascar bastante del bolsillo. Por eso, hoy te contamos (sin rodeos y con un punto de complicidad) cómo evitar que tu factura se dispare. Y, de paso, descubrimos esa función medio escondida del aparato que muchos ni han tocado.
¿Por qué el aire acondicionado puede salir tan caro?
En cuanto el termómetro se dispara, el instinto nos lleva a encender el aire a toda pastilla. Problema: cuanto más rato y más baja la temperatura, mayor es el consumo eléctrico y, por tanto, el sablazo mensual. Durante esta primera ola de calor, buena parte del país ha vivido máximas de más de 40 °C, así que el aparato ha funcionado a destajo en muchas casas.
Además, usarlo sin medida también pasa factura al cuerpo. Dormir con el frío directo puede derivar en vías respiratorias irritadas y músculos entumecidos. Conclusión: ni tu salud ni tu cartera agradecen el derroche.
¿Para qué sirve esa opción oculta que ahorra euros?
La mayoría de los equipos domésticos esconden un modo pensado para reducir el gasto. No es magia ni ingeniería espacial: solo regula de forma automática el compresor para que trabaje a intervalos y mantenga la estancia fresca sin estar siempre a tope. El caso es que muchos ignoran su existencia porque el botón no suele tener un icono demasiado revelador:
- Actívala cuando la habitación ya esté fresca.
- Comprueba en el mando que el símbolo aparezca fijo (no parpadeando).
- Úsala especialmente de noche; evitarás despertarte tiritando.
- Combínala con el ventilador para repartir el aire y necesitar menos potencia.
Con esa sencilla maniobra, la factura se contiene y el aparato sufre menos desgaste.
Cómo refrescarte sin arruinarte: guía rápida
En primer lugar, no abuses: el aire es eficaz, sí, pero no hace falta tener el salón como la nevera del supermercado. Por otro lado, los ventiladores son aliados baratos que ayudan a mover el aire frío que ya has generado. Posteriormente, apaga el equipo antes de irte a dormir o, al menos, programa el temporizador. En consecuencia, tu garganta y tu bolsillo lo agradecerán.
Por último, recuerda que la clave está en usar el aire con cabeza, es decir, solo el tiempo necesario y aprovechando esa función de ahorro que el fabricante puso ahí para algo. Porque, al final, estar fresco está bien, pero estar fresco y sin sustos en la cuenta corriente está mucho mejor.