Encontrarse un tesoro debajo de una iglesia suena a película de aventuras… y, de hecho, empezó siendo justamente eso. Imagina colarte con tu hermano en un viejo templo de madera, linterna en mano y la promesa de aventuras propias de un domingo sin televisión. Así, en 1964, Jan Gunnar Fugelsnes descubrió varias monedas medievales bajo el suelo de la iglesia de Edoy, en la isla noruega de Romsdal.
Aquel botín (protegido en una cajita amarilla de diapositivas Kodak) durmió el sueño de los justos durante seis décadas, hasta que un buen día del otoño de 2023 la conciencia (y un poco de curiosidad adulta) llamó a la puerta. Hoy, los arqueólogos celebran el hallazgo mientras Fugelsnes respira aliviado: de jugar a piratas ha pasado a hacerse un hueco en la historia. ¿Y tú? Quizá también guardes algo en el desván que haga que Patrimonio se plante en tu casa.
¿Cómo empezó esta “búsqueda del tesoro” infantil?
Todo ocurrió en 1964, cuando Jan Gunnar y su hermano se deslizaron bajo las tablas de la iglesia de Edoy, un recoveco que las tropas nazis habían excavado durante la II Guerra Mundial para esconder munición. Para dos críos de la Noruega rural, aquel hueco era poco menos que la cueva de Alí Babá: barro, polvo y la promesa de tesoros olvidados.
Entre risas y codos arañados, salieron del lugar con las manos llenas y la sensación de haber ganado la lotería. Lo que no sabían entonces es que su travesura acabaría poniendo patas arriba los registros arqueológicos de la región sesenta años después.
¿Qué piezas se escondían en la caja Kodak?
Antes de que empieces a imaginarlos como los tíos Gilitos del norte, aquí va el inventario de lo que encontraron:
Objeto | Cantidad |
---|---|
Monedas de plata | 14 |
Cuenta de ámbar | 1 |
Herrajes metálicos | 3 |
Agujas | 9 |
Estas piezas permanecieron guardadas en la famosa caja Kodak hasta el otoño de 2023, momento en que Fugelsnes dio el paso de entregarlas a las autoridades locales. Un simple gesto que, de repente, convirtió una anécdota familiar en un descubrimiento de primera.
¿Por qué los arqueólogos se frotan las manos con este hallazgo?
Según el arqueólogo del condado, Carl‑Fredrik Wahr.Hansen Vemmestad, la mayoría de las monedas se acuñaron entre los siglos XIII y XV. Algunas datan del reinado de Magnus VI, muerto en 1280, y otras del periodo de Christian I (1450‑1481). Por la ubicación y los objetos que acompañaban a las monedas, Vemmestad sospecha que podrían proceder de una tumba colocada bajo la iglesia entre 1200 y 1300.
Las agujas quizá formaran parte de una vestimenta funeraria, mientras que la cuenta de ámbar parece pertenecer a un rosario. Piezas así apenas se conservan en la región central de Noruega, de ahí que el experto hable de “una valiosa visión de la vida y la muerte en la Edad Media de Edoy”.
¿Quién se queda ahora con las monedas y por qué?
Aquí llega la parte menos romántica y más burocrática, esa que suele matar la emoción… o casi. La Ley de Patrimonio Cultural noruega dicta que toda moneda anterior a 1650 pertenece al Estado, salvo prueba de propiedad anterior a 1905. En consecuencia, el tesoro ya descansa, bien catalogado, en manos del gobierno del condado.
Vemmestad, lejos de regañar a Jan Gunnar por el retraso, le dio las gracias: “Ahora podrán preservarse de forma segura y estudiarse en profundidad para las generaciones futuras”. Eso sí, ni rastro de recompensa en metálico; el premio aquí es la satisfacción de haber hecho lo correcto… y una anécdota que contar en cada sobremesa.
¿Qué debes hacer si te tropiezas con un objeto histórico?
Encontrar reliquias no es cosa de todos los días, pero conviene saber cómo actuar para no meterse en líos (ni perder un tesoro por imprudente).
- Detén la excavación inmediatamente. Cuanto menos toques, mejor para la pieza y para ti.
- Fotografía el hallazgo y anota la ubicación exacta. Así facilitas el trabajo de los expertos.
- Contacta con el ayuntamiento o el servicio arqueológico de tu región. Ellos te dirán cómo proceder legalmente.
- Evita publicar la noticia en redes sociales hasta que las autoridades lo permitan. Hay coleccionistas con los bolsillos demasiado ligeros y las manos demasiado largas.
Siguiendo estos pasos, protegerás tu bolsillo y, de paso, contribuirás a que el patrimonio común no acabe en manos de especuladores. Porque, reconozcámoslo, convertirte en héroe cultural suena mucho mejor que terminar declarando objetos medievales en la próxima renta.