Construir rápido y barato para vender caro: la lógica detrás de las casas de madera en EE.UU.

Cuando el humo de un incendio llega a tu salón, lo último que piensas es en el precio de la madera, pero en Estados Unidos ambos asuntos van siempre de la mano. Quizá te sorprenda ver cómo un huracán o unas llamas descomunales dejan barrios enteros reducidos a palillos, mientras los europeos nos rascamos la cabeza preguntándonos por qué no usan ladrillo. La respuesta corta es tan antigua como el país y tan pragmática como una sierra de calar: velocidad y dinero.

Desde los primeros colonos que, a golpe de hacha y con el miedo metido en el cuerpo, necesitaban techo “para ayer”, hasta las urbanizaciones de hoy, donde un carpintero levanta una casa antes de que termines tu serie favorita, la madera manda. Y manda porque es barata, abundante y, sobre todo, porque permite que la vida siga rodando: te mudas, vendes, vuelves a construir. Por eso, cada vez que arde California o sopla un huracán en Florida, la pregunta regresa como los recibos del banco: ¿por qué siguen construyendo con madera?

¿Por qué la madera sigue reinando en la vivienda estadounidense?

Desde la casa Fairbanks de Dedham (Massachusetts), erigida en 1637, hasta las casitas idénticas de cualquier suburbio de Phoenix, la madera se ha colado en los genes constructivos del país. Los primeros colonos ingleses y holandeses, rodeados de bosques y con la amenaza constante de las tribus nativas, necesitaban refugios que se montaran en un suspiro: en un día si era posible, en cuatro si se ponían finos. Así nació el balloon frame, un esqueleto ligero donde cada pieza se parece como dos gotas de agua a la siguiente, perfecto para clavar, levantar y marcharse a por otra parcela antes de que el lobo soplara.

En pleno siglo XIX, ese sistema estandarizado conquistó el Oeste y sentó las bases para otro icono yanqui: el rascacielos. La misma lógica (piezas repetidas y montaje ultrarrápido) permitió que el Empire State de 102 plantas se erigiera en apenas 1 año y 45 días. Dicho de otra forma: sin la cultura de “lo rápido y lo ligero” no habría ni ranchos en Texas ni torres que arañan las nubes en Chicago.

¿Qué papel juega el dinero en todo esto?

Aquí es cuando la billetera se lleva el protagonismo y el tono se pone, inevitablemente, algo sarcástico. Convertir a legiones de carpinteros en albañiles sería tan caro como convencer a un texano de que renuncie a su pick‑up: virtualmente imposible. Además, las casas norteamericanas no nacen para cumplir 100 años; nacen para venderse, mudarse y, si hace falta, tirarse abajo sin lágrimas ni herencias complicadas.

El ejemplo de Maricopa (Arizona) lo grita claro: una promoción de 113 viviendas de 100 m² declara un coste de construcción de 12.147.500 dólares. Traducido: 107.500 dólares por casa que, con toda la calma del mundo, se revenderá en más de 500.000 dólares. Esa diferencia, casi abismal, explica que el valor de la vivienda resida más en el suelo y la especulación que en los tableros que hacen las paredes. Al final, en un mercado donde te dan más crédito si ya vas hasta las orejas de deudas, la madera es, literalmente, la materia prima de la hipoteca‑exprés.

Cómo proteger una casa de madera frente a incendios y huracanes

Un par de incendios como los de Los Ángeles o un huracán estilo Andrew bastan para que los reguladores saquen la tabla de reformas. Antes de que llegue la próxima tormenta, merece la pena considerar algunas medidas básicas:

  • Tratamientos ignífugos en la estructura para frenar las llamas antes de que el salón parezca una barbacoa.
  • Tejados reforzados con anclajes anti‑viento, tal y como exige Florida desde 1992, para que no salgan volando las tejas al primer soplido.
  • Bloques de hormigón o vigas de acero en ampliaciones o plantas bajas, endureciendo las zonas críticas sin perder la rapidez de montaje.

Tomar estas precauciones no convierte la casa en un búnker indestructible, pero sí añade un colchón de seguridad que puede marcar la diferencia entre volver a pintar el porche o empezar de cero con la aseguradora.

¿Cambiarán de verdad las normas tras los incendios de Los Ángeles?

Tras el huracán Andrew, los condados de Florida actualizaron su normativa y obligaron a estructuras más rígidas. Ahora, con los fuegos que han arrasado varios barrios angelinos (incluidos edificios que no eran de madera), todo apunta a que algunos condados californianos seguirán la misma senda: hormigón, bloque y, al menos, madera tratada con productos ignífugos.

Sin embargo, cambiar hábitos de tres siglos cuesta tanto como levantar un rascacielos: se hace, sí, pero el proceso es largo y caro. Mientras la diferencia entre el coste de construcción y el precio de venta siga siendo tan jugosa, la madera continuará dominando el paisaje suburbano estadounidense. Aunque, eso sí, cada vez más barnizada contra el fuego… y contra las dudas del comprador.

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