Ni dinero, ni justificante, ni número de expediente: un cajero automático se ‘traga’ 16.500 euros y deja al dueño sin respuestas durante tres semanas

Meter un fajo de billetes en el cajero y esperar a que salte el pitido de “ingreso confirmado” es un trámite que damos por hecho, casi tan rutinario como pagar el café de la mañana. Imagínate, entonces, que el cajero decide echar la persiana justo cuando acaba de tragarse todo tu dinero: sudores fríos asegurados. Eso le pasó a Alain, un comerciante belga de 57 años, cuando intentó ingresar 16.500 eurazos en un dispensador de la red Batopin.

La máquina empezó a contar los billetes, se quedó a medias y, de golpe, se apagó como quien cierra el portátil sin guardar. Resultado: tarjeta fuera, operación borrada y ningún mensaje de “todo correcto”. Tres semanas después, Alain seguía sin una explicación clara ni un euro de vuelta.

¿Qué pasó exactamente en el cajero de Vilvoorde?

Alain, gerente de la tienda de bebidas y tabaco Philbo, llegó con 250 billetes de 50 euros (12.500 €) y 200 de 20 euros (4.000 €) que debía ingresar en su cuenta del banco KBC. El cajero, situado en Vilvoorde (Flandes), empezó a tragarse los billetes sin rechistar hasta que, a mitad de la tarea, se apagó sin previo aviso y expulsó la tarjeta.

El comerciante llamó de inmediato al servicio de asistencia que aparece pegado en la pantalla del cajero. Un técnico de Batopin acudió, reinició la máquina y… volvió a fallar. No quedó rastro digital de la transacción, así que Alain se quedó literalmente a cero: ni dinero, ni justificante, ni número de expediente que llevarse a la boca.

¿Por qué la red Batopin complica la reclamación?

Batopin no es un banco propiamente dicho; es la empresa conjunta que gestiona los cajeros de BNP Paribas Fortis, KBC, ING y Belfius. En un mundo ideal eso simplificaría las cosas, pero en la práctica Alain acabó haciendo ping-pong burocrático: KBC le decía que reclamara a Batopin, y Batopin que lo gestionara a través de KBC.

Su gestor de cuenta envió tres correos a la central sin obtener respuesta. Mientras tanto, el cliente escuchaba versiones cruzadas y ninguna fecha concreta de devolución, algo que aumentó su enfado: “Con 16.500 euros retenidos, el silencio pesa más que cualquier comisión bancaria”, ironiza.

¿Quién responde si el cajero “se come” tu dinero?

Según la normativa belga (muy similar a la española) el banco del titular es quien debe rembolsar la cantidad cuando el cajero falla, aunque el dispositivo pertenezca a un tercero. Es decir, KBC tiene la última palabra y luego ya ajustará cuentas con Batopin.

Batopin asegura que solo el 0,05 % de los depósitos sufren incidencias y que, tras una investigación interna, “el dinero fue localizado y devuelto al banco correspondiente”. A efectos prácticos, a Alain le notificaron el abono 21 días después del incidente: “Buena noticia, sí, pero tres semanas de incertidumbre son demasiado tiempo”, protesta el afectado.

¿Qué lecciones deja el susto de los 16.500 euros?

Por un lado, confiar ciegamente en que la tecnología nunca falla puede salir caro: el papelito del cajero sigue siendo oro. Por otro, el caso demuestra que las estructuras empresariales complejas (una red de varios bancos) dilatan la respuesta al cliente medio. De ahí que conservar pruebas y presionar a la entidad con fechas concretas sea la mejor arma.

Alain, al menos, ha recuperado su dinero, pero promete no volver a ingresar una cantidad tan alta “sin un humano de carne y hueso al otro lado”. Y tú, ¿te arriesgarías a meter todos tus ahorros en una ranura que, literalmente, puede comérselos?

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