Un niño de cuatro años con altas capacidades que rechaza ir al colegio tras escuchar lo que su profesora dijo sobre él en clase: “lo dijo en voz alta delante de todos”

¿Has visto alguna vez a un pequeñajo negociar como si fuera un abogado curtido? Pues imagina que, con apenas cuatro años, decide que el cole ya no le compensa. Así arranca la historia de Léo (nombre ficticio para proteger su intimidad) un chaval con un coeficiente de vértigo y una mochila llena de dinosaurios de plástico. Su maestra del centro anterior soltó delante de la clase que “no seguía el ritmo”, y eso bastó para que se cerrara en banda.

El resultado: pataleta diaria, lágrimas incluidas y un “no pienso volver” que todavía resuena en el pasillo de Infantil. Hasta aquí, cualquiera podría pensar que es otra rabieta más, pero lo cierto es que la película va de altas capacidades, expectativas desajustadas y, cómo no, burocracia escolar. Y sí, quizá te resulte familiar si alguna vez has visto a tu hijo aburrirse mortalmente mientras otros repasan las vocales.

¿Por qué un genio de cuatro años se planta y dice “no vuelvo al cole”?

Léo aterrizó en noviembre de 2024 en un jardín de infancia especializado de Niza después de agotar la paciencia (y las fichas de puntos) de su colegio anterior. Allí, la maestra-de-toda-la-vida le asignaba ejercicios tan básicos que él sentía que le pedían colorear la portada de un libro… con los ojos cerrados. Cuando no cumplía, le caía el típico sermón de patio: “eres malo, no te esfuerzas”. ¿El resultado? Autoestima por los suelos y un portazo simbólico al aula ordinaria.

Por si fuera poco, su vocabulario, riquísimo gracias a ese “alto potencial intelectual” (siglas PAI que, traducidas, indican que aprende a la velocidad del rayo), chocaba con un entorno diseñado para repasar el abecedario. Así que decidió que mejor no volver hasta que alguien hablara su idioma, el de los tiranosaurios rex y el subjuntivo.

El choque entre el aula ordinaria y las altas capacidades: ¿qué falló?

Para entender el lío, conviene recordar que un aula ordinaria se mueve al ritmo de la mayoría, no de la excepción superdotada. Cuando los contenidos son demasiado elementales, la mente de estos niños entra en “modo avión”: se desconectan y, de paso, se ganan la etiqueta de problemáticos. De ahí que los protocolos educativos incluyan refuerzo específico y maestros formados, aunque (seamos sinceros) el papeleo para activar esos recursos puede tardar más que un trámite de Hacienda.

En el caso de Léo, nadie ajustó el plan curricular a sus necesidades. Resultado lógico: aburrimiento crónico y conflictos con compañeros que, lejos de entender su entusiasmo por la tabla periódica, preferían seguir recortando círculos.

La terapia de los dinosaurios y la “caligrafía imposible”

Ya en el nuevo centro, la directora Mariette Bousquet y su equipo detectaron su pasión jurásica y la aprovecharon como anzuelo. Con actividades sobre velociraptores y excavaciones imaginarias, le devolvieron la sensación básica de seguridad. Cuando por fin cogió confianza, a principios de 2025, emergieron talentos que dejaron boquiabierto al personal: una caligrafía pulcra, de las que quitan complejos a más de un universitario, y una lectura casi fluida pese a “no saber leer” oficialmente.

Algo parecido ocurrió con las Matemáticas: mientras sus compañeros contaban hasta veinte, él resolvía pequeñas secuencias lógicas que no aparecían hasta primero de Primaria.

¿Cómo cambiaron los horarios de toda la familia?

La aventura educativa también se tradujo en un tetris doméstico. Los padres, conscientes de que el cole jornada completa era demasiado, modularon sus turnos laborales para recogerle a mediodía. Ese ajuste impactó en la logística familiar: más kilómetros, más cafés en vaso de cartón y menos horas de sueño, pero un niño que regresaba a casa sin lágrimas.

Por otro lado, los hermanos mayores aprendieron que la palabra “subjuntivo” no es un hechizo de Harry Potter sino un tiempo verbal que Léo domina sin despeinarse. Un win-win, salvo por el incremento de visitas a la biblioteca.

¿Qué pueden hacer los padres de un niño con altas capacidades para evitar el rechazo escolar?

Antes de acudir en masa a San Google, conviene tener un plan. A continuación verás algunas acciones básicas (y probadas) para minimizar el drama escolar cuando tu hijo va por delante del temario.

  • Solicitar una evaluación psicopedagógica oficial cuanto antes para obtener informes que respalden ajustes curriculares.
  • Reunirse con el tutor y el orientador del centro para pactar ampliaciones de contenido o agrupamientos flexibles.
  • Incorporar intereses personales (dinosaurios, planetas, ajedrez) en las actividades diarias para que el niño sienta conexión real.
  • Ajustar horarios (salida temprana o días alternos) si la jornada completa resulta agotadora a nivel emocional.
  • Establecer una red de apoyo con otros padres de niños de altas capacidades para intercambiar recursos y, por qué no, desahogarse con un café.

Como ves, son pasos simples que reducen la brecha entre lo que el sistema ofrece y lo que el pequeño necesita. Por consiguiente, el objetivo es evitar que la frustración derive en un “hasta aquí hemos llegado” prematuro.

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