Un visitante de paso por un parque desentierra de casualidad una joya de 7,46 quilates: un diamante marrón del tamaño de una canica

Encontrarte un diamante mientras estás de vacaciones suena a anuncio de colonia, pero le ha pasado a un tipo como tú y como yo. Imagina que vas de ruta por Estados Unidos, sudando la gota gorda con la pala, y de pronto brilla algo entre el barro. No es una chapita ni un trozo de vidrio: es un pedrusco marrón de 7,46 quilates (un quilate equivale a 0,2 gramos). Lo recoge un turista francés (Julian Navas) que solo quería matar el rato antes de ver el lanzamiento de un cohete en Cabo Cañaveral.

El hallazgo ocurre en el Crater of Diamonds State Park de Arkansas, el único lugar del planeta donde cualquiera puede buscar gemas y quedárselas. El valor de la pieza puede alcanzar cientos de miles de dólares, aunque su dueño ha decidido no venderla. Sí, parece una locura, pero espera que te contamos los detalles.

¿Qué hace único al Crater of Diamonds State Park?

Un dato rápido para fardar en la sobremesa: desde 1906 se han registrado más de 75 000 diamantes en este parque público de Murfreesboro (Arkansas). El recinto ocupa la superficie de una antigua chimenea volcánica rica en minerales preciosos y cobra 15 dólares a cada adulto (unos 13,90 euros al cambio de hoy) por entrar con pico y rastrillo. Quien no lleve herramientas puede alquilar un kit de búsqueda por 20 dólares y sentirse geólogo por un día.

A diferencia de otros yacimientos, aquí no hay excavadoras ni cintas transportadoras gigantescas. Los guardabosques aran la tierra cada cierto tiempo para aflojarla; luego la lluvia hace el trabajo fino: arrastra la capa superficial y deja al descubierto las piedras más pesadas, entre ellas los codiciados diamantes. Por eso muchos tesoros se encuentran a simple vista, sin necesidad de reventarse la espalda, cavando.

¿Cómo encontró Julian Navas el diamante de 7,46 quilates?

El 19 de enero de 2024, Navas entró al parque a las nueve de la mañana, dispuesto a picar como un campeón. Tras varias horas bajo el sol de Arkansas, se quedó sin fuerzas y optó por la táctica del “paseo con ojos de lince”: recorrer la superficie buscando cualquier destello. A media tarde, entre restos de tierra mojada, apareció la canica marrón del tamaño de una gominola que cambiaría su día (y puede que su vida).

Los empleados del parque confirmaron la autenticidad de la gema y, como manda la tradición local, la registraron a nombre del afortunado visitante. Navas se marchó tan contento, pensando en contárselo a su prometida mientras decide cómo tallar la piedra para que luzca aún más.

¿Vale la pena vender una gema así?

Un diamante de 7,46 quilates puede alcanzar varias centenas de miles de dólares dependiendo de su corte, color y pureza. Por ponerlo en perspectiva: con ese dinero podrías pagar la entrada de un piso medio en Madrid… o invitar a tus suegros a cenar toda la vida. Sin embargo, Navas ha preferido quedárselo como recuerdo para su futura esposa e hija.

La decisión parece romántica y, al mismo tiempo, un poco temeraria para los que contamos los euros a final de mes. Pero, oye, cada uno valora sus tesoros a su manera: algunos guardan las entradas de fútbol; otros, diamantes de siete quilates.

Pasos para buscar tu propio diamante en Arkansas

Antes de liarte la manta a la cabeza y volar a Estados Unidos, conviene saber cómo funciona la búsqueda.

  • Compra la entrada (15 dólares) y, si no llevas equipo, alquila un kit de cribado por 20 dólares.
  • Elige zona: llana para “peinar” la superficie o surcos recién arados para cavar.
  • Humedece la tierra en los canales de lavado; el agua ayuda a separar las piedras pesadas.
  • Revisa cada puñado bajo el sol: los diamantes suelen ser translúcidos y de bordes redondeados.
  • Registra tu hallazgo en el centro de visitantes; ellos certifican la gema y te dan un papelito que vale oro (literalmente).

Aunque la fiebre del diamante es real, no olvides que la mayoría se va a casa con las manos vacías y una buena colección de agujetas.

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