Tiene 102 años, da clases de yoga y revela los beneficios científicamente comprobados para los mayores

A veces hace falta un espejo que nos recuerde que la edad solo es un número y que el cuerpo, bien entrenado, puede plantarle cara al calendario. Para muestra, Charlotte Chopin, 102 años cumplidos y todavía corrigiendo posturas en la vieja comisaría reciclada a centro comunitario de Léré (Francia). Fue secretaria en medio mundo, crió a sus hijos, descubrió el yoga a los 50 y lleva ya más de medio siglo combinando estiramientos con la misma energía que otros ponen en abrir la persiana.

Su historia despierta la eterna pregunta: ¿hasta dónde puede ayudarnos el yoga a llegar con buen pie a los tres dígitos? La ciencia se ha puesto manos a la obra para contestarla y lo que ha encontrado interesa (y mucho) a cualquiera que haya notado los primeros crujidos al levantarse del sofá.

¿Quién es Charlotte Chopin y por qué su historia inspira?

Charlotte nació en 1922 en Alemania, sobrevivió a la guerra, trabajó con la Cruz Roja tras ser desalojada de Alsacia y acabó asentándose en Léré, donde imparte clases entre paredes que aún recuerdan interrogatorios policiales. Lejos de jubilarse, sigue guiando a sus alumnos con una mezcla de dulzura y firmeza que derriba la idea de que a cierta edad solo queda bajar el ritmo.

Su ejemplo pone en evidencia algo esencial: la actividad física puede mantenerse más allá de los 70, los 80 o, por lo visto, los 100 años. Además, demuestra que el yoga es adaptable; de hecho, existen variantes en silla para quienes no se ven cruzando las piernas en el suelo.

¿Qué beneficios concretos aporta el yoga a la salud de los mayores?

La Universidad de Harvard se metió en el asunto con lupa: la división de envejecimiento dirigida por Julia Loewenthal revisó 33 estudios donde participaron adultos de entre 49 y 75 años. Analizaron presión arterial, función pulmonar, memoria, huesos y músculos. El balance, según sus propios datos, se resume así:

Sistema evaluadoMejora detectadaEdad de los participantesDatos clave del estudio
Presión arterialDescensos significativos, con o sin hipertensión49–75 añosMenor riesgo de infarto y ACV
Función pulmonarMayor distancia recorrida y menos sensación de ahogo60–75 añosPranayama (ejercicios de respiración) incluido
Memoria y velocidad mentalAumento de la concentración y rapidez de proceso60–75 añosComparado con grupo sin yoga
Equilibrio y fuerza en piernasMejor estabilidad y apoyo muscular60–75 añosAsanas (posturas) con propio peso corporal

Más allá de las cifras, los investigadores subrayan que el yoga es “una intervención segura y adaptable para prevenir la fragilidad”. Por fragilidad entienden la pérdida de reservas físicas de varios órganos (corazón, pulmones, músculos o sistema nervioso) que aumenta el riesgo de complicaciones ante pequeñas crisis de salud.

¿Cómo señalan los expertos que el yoga previene la fragilidad?

La fragilidad, una palabra médica que designa la capacidad menguante del organismo para “aguantar los envites”, preocupa cada vez más a geriatras. Al utilizar el propio peso corporal en posturas controladas, el yoga refuerza la musculatura sin sobrecargar articulaciones. Eso se traduce en mejor equilibrio (adiós a buena parte de las caídas) y más seguridad al caminar por la calle.

La médica familiar Karin Kopitowski lo resume así: practicar yoga “ayuda a reducir el dolor y la fragilidad, mejora el equilibrio y los síntomas de la fibromialgia”. ¿Un extra? Existen sesiones adaptadas donde la esterilla se sustituye por una silla, opción perfecta para quienes empiezan desde cero o lidian con problemas de movilidad.

Cómo empezar si tienes canas pero muchas ganas

El siguiente plan de acción evita excusas y aclara dudas básicas:

  1. Consulta médica previa. Confirma que no hay contraindicaciones específicas —sobre todo si padeces hipertensión descontrolada o lesiones recientes.
  2. Elige un instructor con experiencia en mayores. Pregunta por sesiones de iniciación o yoga en silla.
  3. Empieza con dos clases semanales. La constancia pesa más que la intensidad.
  4. Integra ejercicios de respiración (pranayama) en casa. Cinco minutos al despertar pueden marcar la diferencia.
  5. Combina con caminatas ligeras o pesas suaves. El yoga no sustituye el trabajo de fuerza para los huesos, sino que lo complementa.

Seguir estos pasos no alarga mágicamente la vida (la evidencia aún no lo confirma), pero sí mejora la calidad de cada día que sumamos al calendario. Si le funciona a Charlotte Chopin, que celebra sus 102 primaveras entre esterillas y sonrisas, quizá merezca la pena al menos descalzarse y probar.

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