“Después del diagnóstico de cáncer terminal, decidí dejar a mi marido y me acosté con 200 hombres. Así me enamoré, de mí misma”. Molly Kochan la protagonista de “Dying for Sex”, era una mujer con una vida normal y estable, que llevaba 15 años de casada. Pero su vida dio un giro inesperado, cuando en 2015 recibió la peor de las noticias: cáncer de mama en la etapa IV, con metástasis en numerosas parte del cuerpo. Así, la querida Molly, decidió pasar sus últimos días descubriéndose sexualmente, entregándose al placer sin culpa y sin remordimientos. De esta forma, lejos de ser una paciente terminal, hundida en la resignación, la neoyorquina opto por algo radical: separase de su esposo y darle rienda suelta a su sexualidad.
“Mi exploración sexual fue una forma de decir: ‘No estoy lista para morir’”
La increíble historia y lección de vida Molly Kochan queda para todos los que la hemos seguido. Así se ha plasmado en la serie de Disney “Dying for Sex” donde podemos ver una mujer con cáncer terminal con tan solo 45 años, que le da la “vuelta a la tortilla” poniendo en marcha un viaje autodescubrimiento sexual y emocional. “No quiero ser la persona más fuerte que conozcas”, compartió con sus seguidores por su cuenta de Instagram, donde también publicaba fotos y el avance de su enfermedad.
De Nueva York, Molly se mudó a los Ángeles, donde se casó, con un sueño por cumplir: ser escritora. Sin embargo, la vida tenía otros planes para ella, y en 2011 recibió su primer diagnóstico, donde se sometió a mastectomías, quimioterapia y radiación. Pero, fue en 2015, donde la vida de Molly dio un giro de 180 grados, cuando el cáncer regresó en fase IV, sin posibilidad de cura. En este momento, Molly decide separarse e de su marido y comenzar el viaje con “más vida” de su historia, donde la sexualidad, la liberación y las emociones fueron las protagonistas, dejando la enfermedad en un segundo plano.
Las confesiones de Molly Kochan
El nuevo rumbo de la vida de Molly, nos deja un legado digno de ser recordado. El proceso de liberación de nuestra protagonista incluía sexo casual, fetiches y sexting, dándose permiso de reconectar con ella, sus emociones y lo que verdaderamente sentía. Así, confesaba en uno de sus episodios que: “Durante mucho tiempo, en el sexo (y ese es el problema de mi matrimonio), se me daba bien descubrir lo que les gusta a los demás y podía fingir que era una actriz. Pero no tenía ni idea de lo que me gusta a mí”.
Además, como en todo crecimiento personal, en este proceso, afloraron traumas no resueltos, a los que Molly también tuvo que hacer frente. Molly, nos deja una bestial autobiografía, donde, sin duda alguna, el protagonista no es el cáncer, sino el amor propio, el perdón, la sanación y el crecimiento personal. De hecho, Molly, en sus últimos días, encontró el amor incondicional “Ojalá pudiera terminar la historia del hospital con un relato asombroso sobre un hombre que me hizo sonrojar y me enamoró, pero mi visitante nunca llegó. Sin embargo, me doy cuenta de que estoy enamorada. Sí, estoy enamorada. De mí misma”.