Sin ingresos y pagando 400 euros, Ángela sobrevive en un trastero mientras el Ingreso Mínimo Vital se le niega por tener una vivienda compartida con sus hermanas que no se puede usar ni vender. Su historia muestra cómo la crisis de la vivienda y los requisitos del Ingreso Mínimo Vital pueden dejar sin protección a personas vulnerables: seis años en un trastero por el que paga 400 euros, sin prestación y viviendo del apoyo económico de un amigo.
El caso de Ángela muestra las carencias del Ingreso Mínimo Vital
¿Quién puede imaginar vivir en un desván durante tantos años? Su residencia es un trastero donde apenas puede moverse y por el que paga 400 euros pese a no tener ingresos. Para salir adelante, ha tenido que adaptar las rutinas de un hogar a ese espacio mínimo. Sobrevive gracias a un amigo y, como explica, «no cobro nada y me han denegado el Ingreso Mínimo Vital (IMV)».
En la entrevista lo resume: «Es horrible vivir aquí. No te puedes ni mover. No hay manera de salir de aquí, ni ayudas ni nada». Aun así, para la Administración su patrimonio resulta suficiente y no se reconoce la vulnerabilidad económica que vive en el día a día.
Requisitos económicos del Ingreso Mínimo Vital y su impacto en la ayuda
El Ministerio de Inclusión, Seguridad Social y Migraciones exige vulnerabilidad económica para cobrar el Ingreso Mínimo Vital. Se reconoce cuando los ingresos medios del año anterior quedan al menos 10 euros por debajo de la cuantía mensual garantizada del IMV.
En teoría, el objetivo es proteger a quienes menos tienen. Pero casos como el de Ángela muestran que la suma de requisitos de ingresos y patrimonio puede dejar fuera a personas sin salario ni prestación. ¿Qué pasa cuando en los papeles figura una vivienda que no se puede usar ni vender?
Cómo la vivienda compartida impide a Ángela acceder a la prestación
Ángela comparte una vivienda en propiedad con sus dos hermanas. Explica que no pueden vivir juntas, que ellas no quieren vender y que una de ellas tiene problemas de comportamiento, por lo que no le quedó más remedio que marcharse al trastero.
Al figurar en la misma unidad de convivencia que sus hermanas por esa vivienda, supera el límite patrimonial fijado para el Ingreso Mínimo Vital, aunque no tenga ingresos y viva en condiciones que ella misma considera denigrantes, sin alternativas asistenciales para acceder a una vivienda en condiciones razonables. La precariedad se prolonga año tras año y, en su caso, el Estado no le ofrece otra salida. Es, como suele decirse, un auténtico callejón sin salida.







