La próxima vez que muerdas un higo quizá te lo pienses dos veces. Ese sabor dulzón que nos alegra los postres de septiembre encierra un pequeño secreto digno de conversación de sobremesa. Porque sí, cada higo esconde algo más que pulpa y semillas: también lleva un pasajero inesperado. Hablamos de una avispa diminuta, la responsable de que las higueras sigan dando fruto año tras año. Sin ella, adiós a la mermelada casera y a los higos frescos del mercado. Y lo más curioso es que su final dentro del fruto no es precisamente feliz.
¿Por qué los higos esconden una avispa en su interior?
Las flores de la higuera no se exhiben al sol como las del resto de árboles: están ocultas dentro del propio fruto, así que ningún insecto corriente puede llegar a ellas. Aquí entra la “avispa del higo”, la única capaz de colarse por esa entrada minúscula, trasladar el polen y garantizar la siguiente cosecha. Cada hembra deposita sus huevos en los higos macho, esos que nadie se come y, cuando las larvas crecen, salen cargadas de polen rumbo a las flores hembra.
En pocas palabras, la avispa es el billete de ida de la polinización… pero sin regreso. Una vez dentro del higo hembra, su cuerpo queda atrapado y el insecto muere. No es el final más glamuroso, pero su descomposición sirve de abono natural y ayuda a que el fruto termine de engordar. El resultado: cuando tú y yo saboreamos un higo, también estamos ingiriendo lo que queda de una sola avispa.
Antes de continuar, conviene repasar el proceso paso a paso:
- La avispa adulta entra en el higo macho y pone los huevos.
- Las larvas crecen, salen cubiertas de polen y buscan un higo hembra.
- Al entrar en el higo hembra, la avispa queda atrapada y muere, abonando el fruto.
Así se cierra un ciclo que, aunque suene un poco macabro, es imprescindible para que las higueras sigan en pie y nosotros tengamos postres otoñales.
¿Corre algún riesgo quien se los come?
Tranquilidad absoluta: el cadáver de la avispa se descompone por completo antes de que el fruto llegue a tu mesa. En otras palabras, no notarás ninguna “crujiente sorpresa” ni sufrirás efectos secundarios raros. Además, la enzima de la higuera deshace los tejidos del insecto, de modo que lo que ingieres es básicamente parte de la fruta.
Por tanto, comer higos sigue siendo tan seguro y delicioso como siempre. El “intruso” es tan pequeño y está tan integrado en la pulpa que es imposible distinguirlo simple vista. Así que, salvo que tengas fobia a los insectos invisibles, no hay motivo para renunciar a este manjar de temporada.
¿Cómo disfrutar de los higos todo el año sin dramas?
Si la idea de llevarte un insecto a la boca te deja con el gesto torcido, siempre puedes optar por mermeladas y confituras pasteurizadas: el proceso térmico elimina cualquier rastro reconocible del bicho. Otra opción es comprar higos secos, donde la textura es tan distinta que ni te acordarás de la avispa.
Para los más curiosos, lo mejor es asumir el ciclo natural y disfrutar del higo tal cual. Recuerda que, sin ese sacrificio diminuto, no habría fruta que valga. Así que la próxima vez que compres una bandeja de higos, piensa que en cada bocado va incluida, gratis la labor de polinización mejor pagada del mundo vegetal. Buen provecho.