El hallazgo afecta a cinco cauces ingleses y demuestra que incluso los contaminantes “invisibles” terminan en la cadena trófica, abriendo un nuevo frente de preocupación medioambiental.
Los camarones de agua dulce que viven en Suffolk se han convertido, sin quererlo, en un termómetro de la contaminación química. Un estudio del King’s College de Londres y la Universidad de Suffolk analizó ejemplares de Gammarus pulex en quince puntos de muestreo y, para sorpresa de los investigadores, ninguno se libró de la cocaína. Junto a ella aparecieron ketamina, diazepam, alprazolam, pesticidas prohibidos y otros fármacos en concentraciones bajas, pero constantes.
Cómo se tomaron las muestras y por qué los camarones revelan la presencia masiva de drogas ilegales en los ríos de esta zona inglesa
El muestreo se realizó en 2019 en los ríos Waveney, Box, Gipping, Deben y Alde, todos dentro del condado de Suffolk. Los científicos eligieron al voraz Gammarus pulex porque puede ingerir el doble de su peso en detritos en solo 24 horas; esa capacidad filtradora convierte a este crustáceo en un “sensor” biológico perfecto. “Fue sorprendente encontrar drogas ilegales con tanta regularidad en animales silvestres”, reconoció Leon Barron, responsable del análisis químico.
¿Sabías que estos pequeños crustáceos ingieren todo lo que pasa por el agua, incluidos los restos de nuestras propias medicinas? La investigación pone de relieve que los sistemas de depuración actuales no siempre retienen los micropoluentes, un grupo de contaminantes que viajan “camuflados” porque se presentan en cantidades ínfimas.
Principales sustancias detectadas, posibles riesgos ambientales y dudas que siguen abiertas para los científicos británicos tras este hallazgo
Antes de detallar los riesgos, conviene repasar qué compuestos aparecieron con mayor frecuencia. Observa la siguiente lista, breve pero reveladora:
- Cocaína, ketamina y tranquilizantes (diazepam y alprazolam), además de pesticidas retirados del mercado, presentes en todos los camarones analizados.
Los expertos subrayan que, pese a las bajas concentraciones, la exposición crónica puede afectar al comportamiento y la reproducción de la fauna acuática. Thomas Miller, autor principal del estudio, advirtió que “aunque las concentraciones eran bajas, pudimos identificar compuestos que podrían ser motivo de preocupación para el medio ambiente y que, fundamentalmente, podrían suponer un riesgo para la fauna”.
Barron fue más allá al señalar que la presencia de pesticidas prohibidos “plantea un desafío particular, ya que no se conocen con claridad las fuentes de estos compuestos”. Entonces, ¿de dónde proceden? Podrían ser vertidos industriales antiguos, filtraciones de suelos contaminados o incluso residuos liberados durante trabajos de mantenimiento de infraestructuras antiguas.
Nic Bury, profesor de la Universidad de Suffolk, recalcó que “queda por investigar si la presencia de cocaína en animales acuáticos es un problema específico de Suffolk o una situación más extendida”. En otras palabras: todavía no se sabe si este cóctel químico se repite en otros condados británicos o fuera del Reino Unido. El siguiente cuadro sintetiza dónde se tomaron las muestras y qué se encontró en todos los puntos:
Río (Suffolk) | Cocaína | Ketamina | Tranquilizantes (diazepam/ alprazolam) | Pesticidas prohibidos |
---|---|---|---|---|
Waveney | Sí | Sí | Sí | Sí |
Box | Sí | Sí | Sí | Sí |
Gipping | Sí | Sí | Sí | Sí |
Deben | Sí | Sí | Sí | Sí |
Alde | Sí | Sí | Sí | Sí |
Estos datos confirman que el patrón es homogéneo: no hay “aguas limpias” dentro del área analizada. De ahí que los investigadores hablen de “contaminación invisible” y pidan ampliar las redes de vigilancia para incluir fármacos y drogas de abuso entre los indicadores rutinarios de calidad.
Por qué este estudio obliga a repensar los controles de calidad del agua y qué pasos se plantean los expertos para minimizar los micropoluentes en el futuro
El desafío es doble. Por un lado, las plantas de tratamiento deben actualizarse para retener compuestos que hasta ahora no se consideraban prioritarios. Por otro, se necesitan campañas de sensibilización ciudadana sobre la eliminación segura de medicamentos. ¿Quién no ha tirado alguna vez pastillas caducadas por el desagüe?
Además, los autores insisten en que la salud de los ríos no se limita a medir niveles físicos o bacterianos. “La salud ambiental ha recibido mucha atención pública por los problemas vinculados al cambio climático y la contaminación por microplásticos; sin embargo, el impacto de la contaminación química invisible en la fauna necesita mayor atención”, recordó Bury.
En consecuencia, el estudio marca un antes y un después: no basta con ver el agua clara, hay que saber qué ingredientes ocultos arrastra. De momento, los camarones de Suffolk ya han alzado la voz o, mejor dicho, la pinza, para recordarnos que los vertidos ilícitos terminan en la cadena alimentaria.