¿Quién no ha soñado con una tarde de chiringuito en las Canarias y ha acabado, contra todo pronóstico, oliendo a eucalipto gallego? Pues eso mismo les pasó a los pasajeros del vuelo Liverpool-Tenerife de Ryanair la noche del jueves, 26 de junio de 2025. Justo cuando el altavoz de cabina recordaba la típica rifa de rasca-y-gana, el capitán decidió cambiar la ruta y apuntó el morro hacia Santiago de Compostela. El motivo: un pasajero tan revoltoso que ni la oferta de bocadillos “caliente-frío” consiguió apaciguar. Resultado: charla con la Policía en pista, ambulancia en posición y más de uno revisando la sección de derechos de su billete barato. Cosas del low-cost, que a veces sale caro en nervios.
¿Qué ocurrió a bordo del Boeing 737?
Según los controladores aéreos británicos citados por el Daily Mail, la tripulación del Boeing 737 notificó a las 22:15 horas (UTC+1) la presencia de un “pasajero problemático” que ponía en riesgo la tranquilidad de las 189 plazas del aparato. Minutos después, se solicitó desvío urgente y prioridad de aterrizaje en el aeropuerto de Santiago-Rosalía de Castro (Lavacolla).
Una vez en tierra, el dispositivo gallego de seguridad se desplegó como en las mejores películas: patrulleros de la Policía Nacional, personal médico y la clásica cinta reflectante rodeando la escalerilla. A las 22:52 horas, los viajeros finalmente pisaban suelo compostelano entre confesiones de susto y algún que otro chascarrillo sobre cambiar tumbona por pulpo á feira. Hasta el cierre de esta edición no constan detenciones ni detalles sobre el estado del pasajero en cuestión.
¿Cómo actuaron el aeropuerto y la Policía?
Lavacolla siguió el protocolo de incidentes aéreos al milímetro: primero se asignó una plataforma remota (nada de fingers cómodos) para aislar el avión, y después se evacuó por filas escoltadas. El objetivo, evitar que el resto de viajeros se cruzara con el protagonista de la noche y, de paso, no entorpecer la operativa normal del aeropuerto.
Por su parte, la Policía Nacional tomó declaración a la tripulación y al comandante, mientras los servicios sanitarios valoraban al pasajero alterado. Fuentes aeroportuarias confirman que, si el comportamiento se califica de “grave” bajo la Ley de Seguridad Aérea, la sanción puede oscilar entre 9.000 y 45.000 euros, más la factura (nada simbólica) del desvío de ruta.