La subida de precios y un alquiler de 1.200 euros la obligan a compartir piso de forma clandestina para llegar a fin de mes.
María Teresa, de 80 años, viuda y pensionista en Barcelona, vive una situación económica tan límite que el alquiler de su vivienda supera en un 150% la pensión que recibe. Concretamente, ingresa 840 euros mensuales y afronta una cuota de 1.200. Esta brecha la ha llevado a compartir el piso con dos estudiantes, de forma no oficial, para poder pagar los gastos básicos y mantenerse a flote.
“Si no fuera porque comparto el piso con dos estudiantes, no podría sobrevivir”, asegura con resignación, lamentando que no existe un contrato legal que ampare este subarriendo.
Cómo afrontar el coste del alquiler cuando la pensión no llega: el caso de una viuda con ingresos mínimos y gastos desorbitados
La realidad de María Teresa se agrava por la escalada general de los precios y la subida del coste de servicios básicos como el agua. Confiesa que dejar de comer pescado o no salir al teatro se han convertido en sacrificios necesarios para llegar a fin de mes: “La comida está carísima, he dejado de comer pescado”, comenta.
A sus 80 años, esta pensionista vive con el temor de no poder renovar el alquiler o de recibir sanciones por arrendar habitaciones sin autorización legal. “No pensaba en la jubilación, no pensaba en el mañana y ahora ha llegado”, confiesa, recordando los años en los que prefirió recibir parte de su sueldo “en negro”, sin cotizar a la Seguridad Social.
Un alquiler que devora la pensión y deja sin margen para gastos esenciales: la lucha diaria de María Teresa
El mayor problema, según explica, reside en la falta de recursos a la hora de afrontar gastos cotidianos como la alimentación, la factura de la luz o el transporte. Al ver reducidos sus ingresos reales al pago de un alquiler que supera los 1.200 euros, María Teresa apenas dispone de liquidez para otros aspectos esenciales de su vida.
No obstante, busca pequeños espacios de libertad que le hagan sentir bien, como quedar con sus amigas o acudir al gimnasio subvencionado, pagando 16 euros por clases de aquagym. “No voy al teatro ni al cine. El único lujo que me puedo permitir es ir al gimnasio”, dice.
¿Quién podría imaginar que una persona jubilada con 80 años se viera obligada a estas renuncias? Ella misma reconoce su inquietud ante el futuro, especialmente para aquellos jóvenes que, como las dos chicas que viven con ella, también verán complicada su jubilación si no logran cotizar lo suficiente.
A continuación, se presenta una pequeña lista con los principales sacrificios que relata María Teresa para cubrir los gastos mínimos:
- Ajustar la alimentación: ha dejado de comprar ciertos productos, especialmente pescado fresco, por su elevado precio.
- Compartir su vivienda: subarrienda habitaciones a dos estudiantes para costear la mayor parte del alquiler.
- Renunciar a actividades de ocio: no va al cine ni al teatro.
- Buscar opciones subvencionadas: su único “capricho” es el gimnasio, gracias a que está bonificado.
“Busco un amparo por la edad que tengo”: la demanda de una pensionista que no llega a fin de mes
María Teresa, que apenas cotizó 11 años de su vida laboral, lamenta profundamente no haber regularizado su situación a tiempo. Hoy se ve obligada a subirarrendar para poder pagar el alquiler, lo que la deja en una posición de inseguridad legal. “Estoy insegura porque no puedo alquilar esas habitaciones a estudiantes, ya que está prohibido”, explica.
Su testimonio visibiliza la dureza de la jubilación para quienes no cotizaron lo suficiente o simplemente no alcanzaron pensiones actualizadas al ritmo de la inflación. Y es que, además de su pensión de viudedad, no cuenta con otros ingresos. “Me gustaría tener un amparo por la edad que tengo para sobrevivir”, reclama, instando a las autoridades a prestar mayor atención a las personas mayores con rentas bajas.
A pesar de todo, trata de mantener una actitud positiva, quedando con sus amigas para charlar y pasear. “Es horroroso, hoy en día sobrevivir con todos los impuestos y gastos”, comenta, echando la vista atrás y admitiendo errores del pasado.
Al final, su historia es un recordatorio de que planificar la jubilación y cotizar de forma legal resulta clave para contar con unos ingresos adecuados. Sin embargo, cuando las circunstancias personales o las decisiones pasadas han llevado a una precariedad extrema, urge encontrar soluciones que garanticen, como mínimo, una vivienda digna y accesible para las personas de mayor edad.