Conchín, de 64 años, se encuentra en una situación que afecta a muchos mayores con pensiones bajas: no puede pagar un alquiler para residir con su hijo de 18 años. Con unos ingresos de 800 euros al mes, esta pensionista valenciana se ve obligada a compartir piso con otras tres mujeres, alejándose de la localidad donde se crio y de su familia. ¿Te interesa saber más? Su caso pone de relieve las dificultades que enfrentan las personas jubiladas o cercanas a la jubilación cuando, además, arrastran problemas de salud o una cotización insuficiente.
A lo largo de sus 48 años de actividad laboral, fundamentalmente en un almacén de naranjas, Conchín solo ha logrado que 34 años le sean contabilizados oficialmente. “Me faltan 14 años de cotización y eso no lo voy a recuperar”, lamenta. Esta brecha se traduce en una pensión de invalidez de 800 euros que, tras descontar gastos básicos, se queda demasiado corta para llevar una vida digna.
Los trámites para solicitar ayudas del SEPE y la Seguridad Social en casos de pensión reducida
Aunque Conchín disfruta de un techo gracias al programa de la asociación sin ánimo de lucro Hogares Compartidos, lo ideal sería que pudiera acceder a alguna ayuda estatal o autonómica que le permitiese alquilar una pequeña vivienda para convivir con su hijo. Según la legislación actual, quienes cobren una pensión modesta pueden optar a distintos subsidios y prestaciones, gestionadas por el Servicio Público de Empleo Estatal (SEPE) o la Seguridad Social.
Entre las principales ayudas que se pueden solicitar en estos casos destacan:
- Subsidio para mayores de 52 años: ofrecido por el SEPE a las personas que, habiendo cotizado lo suficiente para la jubilación, no alcanzan un nivel de ingresos que les permita subsistir.
- Complementos a mínimos: gestionados por la Seguridad Social, se suman a la pensión cuando esta no alcanza una cuantía mínima establecida por ley.
- Ayudas autonómicas de alquiler: en muchas comunidades, se conceden subvenciones para el pago de rentas de vivienda a sectores vulnerables, como jubilados o pensionistas con bajos ingresos.
Por desgracia, los requisitos para conseguir un piso en el mercado privado suelen ser elevados, y la demanda de vivienda asequible supera la oferta disponible. “Encontramos un piso de 700 euros, pero pedían 1.800 de ingresos mínimos. Entre mi compañera y yo no llegamos a 1.500”, explica Conchín, incapaz de cumplir esas exigencias.
La falta de cotizaciones y requisitos imposibles dificultan la independencia habitacional de los jubilados
Las prácticas laborales de antaño, donde no siempre se cotizaba correctamente, afectan de lleno a miles de pensionistas. Conchín reconoce que ahora paga un precio muy alto: no solo no puede vivir en su pueblo natal, sino que se ve limitada a compartir espacios con otras mujeres en una situación parecida. “Todas nos respetamos, pero es duro no poder encender la tele cuando quiero o tener que esperar para usar la cocina”, cuenta.
Tampoco puede permitirse demasiados caprichos. Además de abonar 325 euros mensuales a Hogares Compartidos (cuota que cubre alojamiento y actividades), debe pagar gasolina para el coche, seguro de vida, móvil y otros gastos básicos. “Si ya cuesta llegar a fin de mes, imagínate afrontar un alquiler que me permita estar con mi hijo”, lamenta.
Para ilustrar de forma clara el reparto de gastos de su pensión de 800 euros, esta tabla muestra en qué se va la mayor parte de su presupuesto mensual:
Concepto | Importe aproximado |
---|---|
Alojamiento (cuota Hogares Compartidos) | 325 € |
Gastos del coche (combustible, mantenimiento) | 100 € |
Facturas básicas (móvil, seguro de vida) | 50 € |
Alimentación y gastos diarios | 200 € |
Resto disponible (actividades, ahorros, imprevistos) | 125 € |
Como ella misma cuenta, ese margen tan reducido obliga a renunciar a cualquier deseo extra. “Me gustaría comprar una máquina de coser o una planta para alegrar mi cuarto, pero no puedo permitírmelo”, lamenta, señalando que su prioridad máxima es estar con su hijo al menos una vez a la semana.
Búsqueda de soluciones para quienes están cerca de la jubilación
El deterioro de la salud de Conchín, con una parte del cuerpo lesionada desde la infancia, ha contribuido a su invalidez. La depresión que arrastra tampoco ha ayudado a mejorar su calidad de vida. “En mi época no se diagnosticaba, te daban vitaminas y punto”, recuerda. Aun así, acude a la psicóloga y al psiquiatra para cuidarse y no perder la esperanza de poder, algún día, costear un piso junto a su hijo.
Ya sea por vía telemática, a través de la Sede Electrónica de la Seguridad Social o el SEPE, o presencialmente en sus oficinas, hay formularios y requisitos que conviene preparar con tiempo para no encontrarse con sorpresas de última hora.
Pese a las dificultades, Conchín aún confía en que la pensión de jubilación mejore ligeramente su situación. Asegura que, en cuanto cobra la extra, busca cualquier oportunidad para organizar escapadas con su hijo, intentando paliar la soledad que experimenta a diario. “Me conformaría con un piso de 60 metros en mi pueblo. Solo quiero vivir con mi familia”, concluye con emoción.