Todos hemos guardado alguna vez nuestra botella en la nevera del curro con nuestro nombre escrito en rotulador grande, confiando en que nadie la toque. Pero siempre hay algún compañero despistado (o caradura) que acaba pegándole un trago “sin querer”. La mayoría suspiramos y seguimos con la faena; sin embargo, hay días en los que la paciencia hace “crack”.
Eso fue exactamente lo que le ocurrió a una limpiadora de un polideportivo de Gipuzkoa: cansada de que le bebieran el agua, sustituyó el contenido por lejía para dar un escarmiento. Dos tragos después, su compañero terminó escupiendo a lo loco y la historia avanzó del vestuario a los tribunales. Spoiler: el juez no ha tenido piedad con la bromita de química doméstica.
¿Qué ocurrió exactamente el 3 de noviembre de 2023?
En el frigorífico del polideportivo (compartido por empleados y clientes) convivían botellas personales y otras de uso común. La trabajadora, en nómina desde 2014, llevaba tiempo viendo cómo la suya viajaba misteriosamente a la papelera o aparecía con menos agua de la cuenta. Harta del “sírvete tú mismo”, el 3 de noviembre de 2023 rellenó su envase de 0,5 litros, estampó su nombre y le añadió un buen chorro de lejía.
Dos días más tarde, otro empleado pegó un sorbo, notó el sabor a detergente deluxe y corrió a escupirlo. Cuando la encararon, ella soltó un sonoro “que se fastidie” (en versión menos apta para menores) y admitió la autoría. El bebedor, por suerte, salió de urgencias sin lesiones en el estómago, pero el incidente ya olía a despido disciplinario.
¿Por qué el Tribunal Superior de Justicia del País Vasco avala el despido?
El empleador le comunicó la expulsión el 10 de noviembre de 2023, invocando “transgresión de la buena fe contractual” (esto es, romper la confianza básica que debe reinar entre empresa y trabajador). Ella demandó, alegando que la sanción era exagerada y que, si hubiera querido envenenar, no habría firmado la botella con su nombre.
Ni el Juzgado de lo Social 4 de San Sebastián ni, ahora, la Sala de lo Social del Tribunal Superior de Justicia del País Vasco (TSJPV) le han comprado el argumento. El tribunal subraya que la lejía puede causar daños graves (es de manual) y que el acto fue consciente y voluntario. La llamada “teoría gradualista” no ha amortiguado el golpe: con una sola jugada perdió la confianza de la empresa y se ganó la carta de despido procedente.
¿Qué riesgos tiene beber lejía, aunque sea “un traguito”?
La lejía es un hipoclorito sódico que, ingerido, puede quemar mucosas, provocar vómitos y hasta perforaciones gástricas. Que en este caso no haya habido lesiones médicas no borra el potencial peligro: el tribunal recalca que el mero hecho de poner en riesgo la salud ya justifica la sanción.
Además, el fallo recuerda que no hace falta un daño consumado para hablar de falta muy grave: basta con el peligro cierto. Moral de la historia: la justicia laboral no distingue entre “broma pesada” y “arma química de andar por casa” cuando hay salud de por medio.